El Corán
Mahoma predicaba los textos que recibía por revelación,
recitándolos y haciéndolos recitar a sus fieles, que los retenían de memoria y
a veces los copiaban por escrito. Para ello se usaron soportes de toda clase:
hojas de palma, fragmentos de hueso, pieles de animales, omóplatos de camellos,
ostracas o cualquier otro objeto similar para escribirlas. Pertenecientes a una
cultura de tradición oral, no sería difícil para los fieles de la nueva
religión memorizar textos breves, bien rimados y rítmicos; sin duda quedarían
grabados en la memoria con facilidad.
A la muerte de Mahoma, los musulmanes empezaron a reunir en
manuscritos el conjunto de los textos coránicos existentes, suscitándose
divergencias que fueron paliadas por la iniciativa del califa Utmán (644-656)
de proceder a una redacción oficial, constituida como vulgata, con un texto
consonántico característico que, sin embargo, no eliminó la posibilidad de que
se produjesen diferentes "lecturas" (qiraat), cuyas variantes (no
trascendentales) son compatibles con el texto consonántico de Utmán, y se
concretan en ciertas divergencias de puntuación y vocalización. El texto
consonántico de Utmán fue refundido en tiempos del califa omeya Abd al-Malik
(685-705), y precisado con vocales y signos gráficos auxiliares, posiblemente
durante el siglo VIII, pues Malik, el famoso alfaquí de Medina (muerto en el
795), sólo admitía tales signos en los ejemplares utilizados para la enseñanza.
El texto coránico se distribuye en 114 capítulos o azoras
(suras), que, a su vez, están formados por versículos o aleyas (al-aya). Cada
azora tiene un título, más o menos alusivo; la primera es la Fatiha o
"apertura", breve oración, frecuentemente recitada, con tan sólo
siete aleyas: "¡En el nombre de Dios, el compasivo, el misericordioso!
Alabado sea Dios, señor del universo, el compasivo, el misericordioso, amo del
día del juicio. Te adoramos, te pedimos ayuda. Condúcenos por la vía recta, la
vía de aquellos a quienes das tu gracia, no la de quienes incurren en tu enfado
ni la de quienes yerran". A esta azora inicial siguen las 113 restantes,
dispuestas de mayor a menor longitud: así, la segunda azora (titulada "La
vaca") tiene 286 aleyas, algunas extensas, y la última azora ("Los
hombres") tiene sólo seis breves aleyas.
El título que encabeza cada una de las azoras está tomado o
bien de uno de los temas tratados en ella o bien de una palabra u oración que
en ella figure. A continuación se indica el lugar en que fue revelada, el
número de aleyas o versículos de que consta y, finalmente, el basmalá ("En
el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso"), fórmula de invocación que
inicia todas las azoras, excepto la nueve. Al principio de algunas azoras
aparecen unas letra llamadas fawatih ("iniciales") o al-huruf
al-muqatta ("letras cortadas"), de las que no se conoce su
significado exacto; algunos investigadores, como Loth, consideran que son
abreviaturas de apelativos divinos, mientras que otros, como Nöldeke,
Hirschfeld y Buhlcreen, creen que se trata de la letra inicial o final del
nombre de aquellos compañeros del profeta que todavía en vida de éste constituyeron
sus propios corpus, lo que parece poco probable. Otros, como Zaki Mubarak,
opinan que puede tratarse de notaciones musicales. Estas letras también se han
interpretado desde perspectivas que intentan justificar y probar el carácter
milagroso del Corán, como es el caso del erudito musulmán Baydawi.
Al estar colocados los 114 capítulos del Corán según la
longitud de los mismos, el libro no sigue en sus materiales un orden temático,
de modo que las referencias sobre una misma cuestión o aspecto se encuentran
muchas veces dispersas entre varias azoras y aleyas, y ha de recurrirse a todas
ellas para calibrar el conjunto de la doctrina coránica al respecto. Los textos
del Corán tampoco están ordenados cronológicamente, siguiendo el curso temporal
de la vida del Profeta en que se fueron sucediendo las revelaciones, con sus
sucesivas estancias en La Meca y Medina. Desde muy pronto se realizaron
propuestas de clasificación cronológica de las diversas azoras, sobre todo por
el interés de distinguir los textos antiguos de los posteriores, ya que a veces
hay desacuerdos entre unos y otros, y el contenido de un pasaje antiguo puede
ser cambiado en otro revelado después. Ello dio lugar al procedimiento técnico
de fijar los textos abrogados por otros ulteriores abrogantes.
Las azoras o capítulos suelen agruparse en cinco periodos. En
el primer periodo mequí, que abarca cuarenta azoras, hay una presencia clara de
la rima y del ritmo. En este periodo la presencia de Dios hace desaparecer al
hombre. Dios no pretende dar un código de actuación sino restaurar un culto. Se
insta a admirar la cosas creadas como signos del poder de Dios y se recuerdan
los castigos que recibieron otros pueblos del pasado que no escucharon a sus
profetas. El día del Juicio aparece como último argumento. En el segundo
periodo, con 21 azoras, se empieza a jurar por el Corán en lugar de hacerlo por
el sol, la luna, el cielo y otros entes naturales, y se desarrolla la historia
de los antiguos profetas hebreos. A partir de este segundo periodo, también mequí,
empiezan a encontrarse influencias judías que entraron por vía directa. En el
tercer periodo, con 21 azoras, la argumentación se dirige a la generación que
pide milagros para creer, sin saber ver que éstos se encuentran por todas
partes.
Los textos revelados en el cuarto periodo, considerado ya del
periodo mediní, con 24 azoras, difieren en gran medida de los textos del
periodo mequí. Mahoma es aquí un hombre de estado que se dirige a un grupo de
creyentes. Su función es ahora enseñar y no convencer. El estilo pierde en
ligereza y se vuelve difuso a lo largo de versículos muy largos. Por último,
las azoras 2, 4, y 5 tratan fundamentalmente de la organización de la nueva
sociedad y buena parte de su historia. Es una parte con una clara influencia
hebrea.
Tanto en su contenido cuanto en su forma, el Corán, en tanto
que palabra divina, es considerado perfecto. Su texto es también apreciado
estéticamente, hecho que se manifiesta en el arte de su recitación, con sus
diversas y melódicas interpretaciones, que pueden arrebatar al auditorio, y con
el arte de su caligrafía, también estimable. Como pieza literaria sublime llegó
a constituirse entre los musulmanes el dogma de su inimitabilidad. Para los
fieles, el estilo del Corán es milagrosamente bello e imposible de imitar:
cualquier traducción del Corán a otra lengua no puede sino desfigurar el texto.
Tras largos debates, la mayoría de los teólogos musulmanes terminaron aceptando
que las traducciones eran legítimas en la medida en que permitían acercarse a las
"ideas" del Corán. Salvo en casos muy especiales, la ley prohíbe el
empleo litúrgico de un Corán traducido. El Corán se encuentra así rodeado, en
su fondo y en su forma, de un halo de respeto, fervor y esmero extraordinarios,
presente siempre en la vida entera del musulmán, que procura preservarlo,
centrando en él sus ideales y vivencias, y recurriendo a su lectura tanto de
forma cotidiana como en ocasiones solemnes. El Corán aglutina y marca de forma
primordial la civilización islámica, como gran eje de la misma.
El credo islámico
El Corán define las creencias del Islam y expresa su marco
normativo esencial, siendo base principal de la regulación de la vida del
creyente. La fe islámica se centra en creer en Alá, único dios, "sin
asociado", todopoderoso, sabio, misericordioso, creador, remunerador en la
otra vida y en el juicio final con la resurrección de los muertos. Estas
creencias son las que principalmente se contienen y detallan en las azoras de
La Meca, mientras que en las del período de Medina los contenidos suelen ser
más normativos, dirigidos a la comunidad que allí regía el Profeta.
El Corán recuerda al ser humano su pequeñez frente a las
maravillas de la naturaleza, obra de Dios, cuya grandeza y magnanimidad debe
ser reconocida y adorada. El mensaje, en esencia, es que hay un solo Dios,
creador de todas las cosas, que es el único al que hay que servir practicando
un culto y observando una conducta correcta. Dios, siempre misericordioso, se
ha dirigido a la humanidad para que le venere a través de múltiples profetas, a
los que ha enviado para predicar su mensaje y que han sido rechazados de forma
reiterada. El Corán confirma en varios pasajes la existencia de ángeles,
demonios y genios (chinn). Junto a ello, el Corán recoge todo un conjunto de preceptos
y recomendaciones éticas y morales, advertencias sobre la llegada del último
día y del juicio final, historias sobre profetas anteriores a Mahoma y sobre
los pueblos a los que fueron enviados, y preceptos relativos a la religión y a
otras materias sociales, como el matrimonio, el divorcio o la herencia.
Los temas generales del Corán y muchas de las historias
ilustrativas comparten elementos y contenidos con las escrituras cristianas
(como la leyenda de los siete durmientes) y judías, aunque a menudo se
desarrollan de forma diferente. Son numerosos los detalles de las historias
sobre los primeros profetas que se asemejan más a las versiones que se
encuentran en los apócrifos judíos y cristianos que a las versiones encontradas
en la Biblia. El mismo Corán afirma que ha venido a confirmar la aportación de
las Sagradas Escrituras anteriores y menciona la Torá, los Salmos y el
Evangelio, además de aludir también a unas "Hojas de Abraham". El
monoteísmo coránico está en la misma tradición que el del judaísmo, y son muy
numerosas las imágenes y expresiones que pueden encontrarse en el Corán y en la
tradición bíblica. De hecho, los contemporáneos del Islam primitivo
consideraban a éste como una secta más de las derivadas del tronco bíblico.
En general, el Corán se sitúa en el marco de la vida de los
beduinos, pero también de los comerciantes, los navegantes y los pescadores, y
no faltan, a pesar de la sobriedad y el estilo sucinto del Corán, alusiones a
las caravanas de invierno y verano que los caravaneros de La Meca conducían a
Adén o a Siria. La atmósfera propiamente árabe se puede identificar en
cuestiones como la existencia de seres misteriosos llamados genios o la
exaltación de la generosidad, de la bravura y de la solidaridad familiar. Son
también características propias de los árabes la alta estima que profesan a la
elocuencia y al estilo árabe. Ritos como el de la peregrinación a La Meca y las
siete vueltas alrededor de la Kaabadejan traslucir, igualmente, el aspecto
propiamente árabe, dado el singular interés que las piedras y el número siete
tienen en los cultos semitas.
Las prohibiciones relativas a territorios sagrados y a los
animales que en ellos viven son también aspectos semitas que el Corán ha
preservado, purificando los elementos incompatibles con el monoteísmo. Proceden
también de la tradición árabe los meses sagrados, durante los cuales no estaban
permitidas las hostilidades, así como los fragmentos más antiguos del Corán en
los que aparecen pasajes de frases cortas terminadas siempre en la misma
sílaba, seguramente una especie de oráculos al estilo árabe, que provocaron que
los oponentes de Mahoma le acusaran de mago o adivino.
Excepto para el caso de la guerra santa, el Corán deja a los
hombres en el marco de su vida cotidiana, exigiéndoles sólo que obren bien se
encuentren donde se encuentren, que no cometan excesos, que utilicen
mesuradamente los bienes que Dios les concede, y que sean capaces de
desprenderse de su egoísmo para ayudar a los pobres o a la comunidad. Para los
musulmanes el Corán, en tanto que palabra de Dios tal como fue revelada al
profeta Mahoma para que sirviera de guía a todos los humanos, es la fuente
fundamental de toda norma jurídica. Las normas jurídicas contenidas en el Corán
son unas doscientas y están expuestas en diversas aleyas. Pese al corto número
de normas, la labor de exégesis e inducción metodológica de las cuatro escuelas
teológico-jurídicas (hanefí, malikí, chafeí y hambalí) darían lugar durante los
siglos VII y VIII al sistema jurídico islámico. Una de las características del
Corán que tiene su reflejo en toda la normativa del sistema jurídico islámico
es la unicidad entre religión, moral y derecho. Los preceptos religiosos y
morales e incluso determinados usos sociales forman una misma norma con el
mismo efecto vinculante. Se hace difícil, pues, separar unas de otras.
Exégesis del Corán
El Corán se acepta entre la mayoría de los musulmanes como la
palabra literal de Dios, y por eso es el centro en torno al que gravita el
mundo islámico; su valor es comparable al que los judíos conceden ala Torá o al
que la figura de Jesús tiene para los cristianos. Entre las obligaciones
religiosas de todo buen musulmán se incluye, junto a la oración diaria
obligatoria, el recitar pasajes completos del Corán; asimismo, la educación
seglar exige el aprenderlo de memoria. Los musulmanes consideran el texto del
Corán como una de las fuentes principales de la cultura islámica, junto al
Hadiz (tradición que recoge el comportamiento y prácticas del Profeta) y, para
los chiítas, las enseñanzas de los imanes.
Hay en el Corán pasajes de compleja y divergente
interpretación, lo cual se advierte incluso en la azora III, aleya 7: "Él
[Alá] es Quien ha revelado la Escritura. Algunas de sus aleyas son unívocas y
constituyen la Escritura Matriz; otras son equívocas. Los de corazón extraviado
siguen las equívocas, por espíritu de discordia y por ganas de dar su propia
interpretación. Pero nadie sino Dios conoce su interpretación". La
importancia de la fijación y del correcto entendimiento del texto coránico
constituyó la "ciencia del Corán" como materia clave de la cultura
islámica, desarrollándose, entre otros aspectos, la disciplina de su
interpretación, desde las bases gramaticales y léxicas hasta las dogmáticas y
jurídicas. Son numerosos los comentarios del Corán, producidos desde todas las
tendencias ortodoxas o sunníes (con sus diversas escuelas), chiíes y jariyíes;
las exégesis sufíes toman proyecciones alegóricas. Estas obras de comentario e
interpretación (tafsir) pueden ser reducidas o abarcar muchos volúmenes, como
la de al-Tabari, que comprende treinta tomos.
Aunque algunos creyentes consideren que el Corán resume todo
el Islam y que éste no puede encontrarse fuera de este texto sagrado, lo cierto
es que la compleja realidad del mundo islámico se extiende más allá de sus
páginas. Tampoco es posible afirmar, sin falsear la realidad, que el Corán
represente el verdadero Islam sin tener en consideración las numerosas
ampliaciones y glosas hechas al margen, juzgadas como corruptas por los más
ortodoxos, y que se encuentran contenidas entre las enseñanzas musulmanas
tradicionales. No es posible entender el Corán sin tener en cuenta la tradición
exegética y de interpretación que se ha desarrollado en torno a él. Esta tradición
resuelve y ayuda a comprender las complejas ambigüedades del Corán. Es esta
tradición, incluso, la que da cuerpo a la creencia de que el Corán contiene una
serie de revelaciones hechas a Mahoma.
La interpretación del Corán (tafsir), campo de investigación
dentro del Islam que perdura todavía hoy desde sus inicios ya en la época del
establecimiento del texto, en época de Utmán, ha dado a luz numerosos libros y
tratados. Los distintos enfoques que se han producido en el intento por
desentrañar el verdadero sentido del texto dieron lugar a tratados exegéticos
de distinta naturaleza y perspectiva. Así, al-Tabari (muerto en 923) se basó en
la tradición; al-Baydawí (muerto hacia 1291) y Nasafí (muerto en 1310)
desarrollaron una exégesis lingüística; al-Razi (muerto en 1209) elaboró
racionalmente los elementos anteriores. El hispanoárabe Abu Hayyan (muerto en
1345) también redactó un monumental tratado exegético sobre el Corán. Al-Talabí
(muerto en 1038) analiza por orden en su obra sobre profetas todos los versículos
del Corán que se refieren al tema.
El trabajo de al-Tabari analiza el Corán verso a verso y
ofrece las diferentes opiniones que estudiosos de la época daban sobre la
vocalización, la gramática, la lexicografía, la interpretación ética y moral, así
como las relaciones del texto sagrado con la vida de Mahoma. Los diferentes
puntos de vista están recogidos sin ningún tipo de comentario, aunque es
frecuente que al-Tabari indique cuál de ellos goza de su predilección. Este
exhaustivo procedimiento de al-Tabari ha sido seguido por numerosos comentarios
posteriores, aunque otros han preferido seguir criterios de simplicidad y
brevedad, escogiendo para comentarlos sólo algunos versos, o eligiendo un único
tema para su estudio, como puede ser el vocabulario del Corán, tema de una
considerable complejidad y dificultad debido a sus implicaciones de carácter
teológico, además de la dificultad que le es propiamente intrínseca. En
general, el texto sagrado del islam se considera en relación con el contexto de
la vida del Profeta, y se le concede, a partir de esta premisa, un alcance
universal y atemporal.
Los pasajes relacionados con la vida de Mahoma se entiende
que fueron revelados en conexión con incidentes específicos de su vida o para
resolver problemas concretos a los que se enfrentaba. Algunos investigadores
fuera del ámbito musulmán han señalado el procedimiento de tipo midrásico
conforme al cual determinados aspectos de la vida de Mahoma se han creado a
partir de algunos pasajes del texto sagrado. Según esta corriente
interpretativa, este procedimiento guarda bastante semejanza con el modo en que
la tradición judía fabricó las historias del Midrás a partir de personajes
bíblicos, mientras se componía el texto bíblico. De ser así, el explicar el
Corán mediante referencias a la biografía del Profeta sería un modo de
razonamiento circular, considerado en términos científicos como una seria
amenaza a la validez del argumento.
Las interpretaciones del Corán reflejan con frecuencia las
divergencias y distintas tendencias que se dan en el seno de la comunidad
musulmana. Es especialmente llamativa la diferencia entre la interpretación
chiíta de algunos versos en concreto y la interpretación sunnita, pues los
chiítas encuentran en los versos coránicos referencias al estatuto especial de
Alí ibn Abu Talib y los imanes, mientras que los sunnitas no encuentran tales
referencias. Según los chiíes, el califa Utmán suprimió del Corán los
fragmentos que hacían referencia a Alí y a sus derechos a suceder a Mahoma en
sus tareas políticas y religiosas, acusación que no parece fundamentada.
La naturaleza de palabra de Dios increada y eterna que se
atribuye al Corán, frente a la consideración del mismo como algo creado en el
tiempo, fue uno de los más encendidos temas de discusión en los orígenes del
islam. Esta discusión incluía cuestiones de teología con graves y serias
consecuencias en el campo político referentes a la autoridad relativa de los
califas y los estudiosos de la religión (ulemas). Aunque ha prevalecido la
consideración del Corán como algo no creado, los chiítas se han opuesto a ella.
Estas divergencias han llevado a que tanto reformistas como fundamentalistas
interpreten el texto de manera partidista, de modo que éste se amolde
adecuadamente a sus (en muchas ocasiones) contradictorios puntos de vista.
Dentro de las corrientes interpretativas no faltan quienes llegan a afirmar que
el Corán se ajusta a muchas de las ideas que defiende la ciencia moderna, e
incluso a asegurar que en realidad las predice. La misma naturaleza oscura del
texto coránico propicia, sin duda, la aparición de este tipo de
interpretaciones tan distintas, divergentes y, a menudo, contradictorias.
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